..Unos bigotes gatunos que le aparecen en sus cachetes.. verguenza que exige esconderse en lo más alto del más alejado de todos los árboles. La venda finalmente se cae y Ranma va, en todo un atardecer simbólico, a ayudar a Akane, suministrarle el antídoto. Los bigotes desaparecen y Akane se disculpan. No eran celos los de Ranma, sino preocupación.. de ser más débil que Akane. Los chicos regresan a casa y Ranma se regodea una y otra vez de poder vencer a Akane. Los papeles se invierten, regresan después a su sitio y todo vuelve a la normalidad. Lo poco que pueda durar, claro.

Estos dos nacieron para pelear y meterse en problemas, uno tras otro en ilera interminable y el que viene es uno de los más extraños, aún entre los extraños. Pasan unos días de tranquilidad y llega el momento de temblar y ponerse nervioso. Pero no es por un enemigo maldito, sino por Akane y sus artes culinarios. Akane cocina un espanto para su padre y este parece condenado a comerlo, pero Ranma se cruza en su camino y tira la comida de Akane, después pisa a la niña y esta termina embarrada en su propio veneno.. digo esfuerzo. Esto es suficiente para encolerizar a cualquiera, así que Akane sale corriendo y golpea a Ranma con la sartén, lanzándolo varios metros a la distancia e impactándolo con una piedra.. que lo deja inconsciente.

Escena curiosa. Ya antes lo ha golpeado y magullado como por gusto, pero en esta ocasión el golpe ha sido en un punto delicado de la cabeza.. Y Ranma ha perdido la memoria.. de que era un hombre.. ¡Se cree una mujer y tiene el cuerpo de una! ¡Esto ya valió!

Ranma pronto olvida las artes marciales y su masculinidad y se convierte en una suerte de princesita que se desmaya ante la sangre o actua tan afeminadamente que incluso Akane se abochorna. Previsible. El colmo es que ya no piensa en matrimonios arreglados, Akane es un amiga y el futuro es conseguirse un chico para casarse, también aprender a cocinar, tejer, el arte del té, comprar vestidos lindos y otras monerías sexys y no tanto..

Akane está desilucionada, tremendamente entristecida. Un poco por culpa y otro por pérdida. El caso que Ranma está aún más triste, vivir en el cuerpo de un hombre es una obra maldita, también usar pantalón o boxers. Necesita ropa a su gusto imperiosamente y ahí vemos a la pobre Akane llevándolo (sip, lo, no la) a comprar a una tienda, viéndolo probarse sostenes, vestidos y gritar emocionado frente a decenas de chicas que esa pantaleta le queda lindísima. No puede haber una verguenza peor para Akane, pero también parece resignada.. ¿Es qué perderá así, para siempre, a Ranma? - [Continúa página 7]